En los últimos días ha saltado a los informativos nacionales una problemática que no es nueva en La Gomera: la casi masiva presencia de ‘hippies’ en varios rincones de la isla. Me gustaría en primer lugar, para evitar susceptibilidades –que aquí somos dados a dar leña al que opina diferente-, que utilizo el término ‘hippie’ no de manera peyorativa y sin ánimo de ofender. Para mí estos sujetos que llevan semanas acampando en nuestros espacios naturales nada tienen que ver con aquellos que, durante los años 70 y 80, encontraron en nuestra isla un refugio de paz y de profundo contacto con la naturaleza. Estos son otra cosa y a la vista salta.

Parece que en los últimos días se ha tomado la decisión por fin de intervenir para disiparlos, pero no es más que una cortina de humo. El problema no está ahí. El problema está en quien autoriza un encuentro como el famoso festival Rainbow en un lugar como el Puerto del Trigo a sabiendas de la falta de las condiciones mínimas de higiene y seguridad que tiene este enclave de Alojera. Luego vendrán los argumentos de que esa presencia de extranjeros dejan dinero en el barrio. Sí, pero también inseguridad, un mal aspecto para el turismo que realmente nos interesa y, lo que es peor, una sangría de estos “turistas” que, una vez concluido el festival, siguen acampados en la isla.

Me llama la atención, además, cómo se apropian de todo lo que consideran que les pertenece como por derecho, como el uso indiscriminado de las duchas en Valle Gran Rey, o de acampar en cualquier lugar porque, en La Gomera, seguimos sin normativas claras y bandos municipales que regulen los lugares donde se puede ocupar suelo público con una caseta de campaña. Pero lo peor es la imagen que damos. Siento una profunda lástima cuando veo que mi isla sale en la televisión nacional por estos “hippies” y la indignación y cansancio que soportan ya los vecinos. Así no. Y aquí no pasa nada. Ni los políticos salen a dar las explicaciones oportunas ni se pone solución al problema. Tan sólo he visto al alcalde de San Sebastián expresar la problemática.

Ahora se concentran en Chinguarime, una de las playas más bonitas de nuestra costa. Cientos de personas en condiciones higiénicas deplorables. ¿Nos merecemos a estos “turistas”? Vaya usted a Londres y échese a dormir en cualquier calle o haga sus necesidades en un parque para que vea cuánto tardan en darle pasaporte. Y es que sí, es cierto que ha de existir la libertad. Pero la libertad de estos sujetos termina donde comienza la nuestra. Pero que no confundan libertad con libertinaje. Sanciones y multas y la invitación más directa a abandonar estas actitudes que en nada se parecen ni a las nuestras ni a los extranjeros que viven con nosotros y que sienten esta isla como suya.