Francisco Pomares

La sorpresa, tratándose de unas primarias del PSOE, es que no hubiera sorpresa: el secretario general de los socialistas grancanarios, el «sanchista» Ángel Víctor Torres, un filólogo y profesor poco carismático, ex alcalde de Arucas y actual vicepresidente del Cabildo, poco dado a llamar la atención o a liarla con declaraciones, pero con cierta capacidad para el pacto y la maniobra interna, ganó las primarias, marcadas por una participación inferior incluso a la recolecta de avales. Votaron 4.549 afiliados, las dos terceras partes de los militantes inscritos y en condiciones de poder hacerlo, y de esos votos emitidos, Torres logró sumar el 43,5 por ciento, con casi dos mil votos, 35 más de los avales que consiguió recolectar, lo que demuestra un control bastante exacto de sus propias fuerzas. También mejoró ligeramente sus resultados en avales Juan Fernando López Aguilar, que obtuvo el 24 por ciento de los votos emitidos, poco más de 1.100, casi 60 más que avales había conseguido. A Patricia Hernández, sin embargo, le ocurrió justo lo contrario: obtuvo un 32 por ciento de los votos, 1.462, 250 menos que los avales que había logrado sumar. Está claro que es más fácil votar en secreto y en una urna a quien de verdad quieres votar, que negarte a avalar a alguien, sobre todo si te lo pide alguien que te ha dado un empleo. A Patricia Hernández le ha pasado lo mismo que le ocurrió a Susana Díaz. Queda demostrado de nuevo que en las primarias socialistas el peso de los aparatos no es determinante.

Se abre ahora una etapa bastante compleja en el PSOE. No está claro cuál será la posición que mantendrá Torres en los próximos meses, especialmente en relación con el minoritario Gobierno de Coalición Canaria, pero sí parece evidente que de los tres candidatos en liza, es el único que no hizo un discurso incendiario contra Clavijo y Coalición Canaria. Probablemente, como municipalista, la suya es una cultura más dada al entendimiento y el acuerdo, y el PSOE mantiene con Coalición Canaria acuerdos en una treintena de ayuntamientos y en varios cabildos, acuerdos que no es previsible que se rompan, y que probablemente definirán una doble relación con Coalición: mucho más crítica en el Gobierno, sin romper todos los puentes, y más templada y posibilista en ayuntamientos y cabildos. La ejecutiva que resulte del próximo congreso, que se celebrará a mediados del próximo septiembre, quedará muy condicionada por la victoria de Torres, y probablemente seguirá el modelo de Sánchez, con un control férreo de la dirección, aunque es cierto que Torres no logró movilizar a los afiliados como Sánchez ni logró un apoyo tan aplastante. Sí parece seguro que habrá cambios en el grupo parlamentario, y está por ver si Patricia Hernández mantendrá la presidencia del grupo. Pero incluso en el caso hipotético de que tal cosa ocurra después de ser la gran derrotada de estas primarias, lo que sí es seguro es que perderá el control del grupo parlamentario y que la portavocía que hoy desempeña Iñaki Lavandera será ocupada por Gustavo Matos.

Mientras el PSOE define su futuro, Patricia Hernández debe hacer cuentas: es una mujer joven y aún puede hacer carrera en el PSOE. Pero debe analizar por qué en las agrupaciones que siempre la apoyaron el abstencionismo fue más alto que en el resto. El Sur de Tenerife, tras la campaña de avales, ha ofrecido un apoyo muy inferior al que ella esperaba. Algo debe haber hecho mal quien -antes de dejar el Gobierno- era candidata indiscutida a secretaria general. En política, se pagan los errores. Y a veces son los más cercanos los que te pasan la primera factura.