Hermigua

No ha pasado ni siquiera el primer año y medio de mandato del tripartito que gobierna Hermigua, y es más que evidente el descrédito y el despotismo que se ejerce desde algunas áreas del gobierno municipal; particularmente desde la Alcaldía y los asuntos relacionados con ese departamento. Los que no dependemos ni tenemos tutelas, pasadas ni presentes, el cambio de gobernación fue recibido con algo de ilusión (es verdad que no mucha) y con la esperanza de que el municipio siguiera por la senda de la modernidad y el crecimiento sostenido durante los últimos 25 años. Sin embargo, Hermigua, padece una de las sequías intelectuales y políticas más notables del último medio siglo, como consecuencia de la irresponsabilidad de los partidos que sostienen a un Alcalde torpe y con un peligrosísimo desconocimiento de la cosa pública. El desgaste político de Negrín es de tal calibre, que se hacen apuestas divertidas desde hace meses, sobre su capacidad de resistencia, sobre su liderazgo hueco y su intolerable trato a muchos vecinos, a los que mira por encima del hombro, copiando los más viejos recursos del viejo caciquismo casposo.

Sólo hace falta darse una vuelta por Hermigua, desde la cumbre hasta la playa de Santa Catalina, para comprobar la espeluznante imagen y el deterioro brutal en toda la ciudad. La playa, ese recurso natural tan hermoso, que ha sido clave en las relaciones personales de muchas generaciones de vecinos, está convertida en un vertedero repleto de basura y escombros. El destrozo y el abandono en Santa Catalina es de tal magnitud, que la guerra está aquí y no en Siria. El asunto es tan grave, en mi opinión, que desmoraliza comprobar la pasividad de los ciudadanos que se quejan amargamente en círculos privados, pero que son incapaces de movilizarse y responder democráticamente ante una agresión medioambiental de tal calibre. O el entorno del cementerio, por poner otro ejemplo. Si además, la gran apuesta de Curbelo para impulsar la actividad económica de toda la zona norte, el Centro de Terapias Naturales, se convierte con la complicidad de Negrín, en el «gran mojón» de lo que llevamos de siglo, el esperpento está servido. ¿Alguien asume o tiene previsto asumir alguna responsabilidad en ese estrepitoso fracaso. ¿Acaso el Alcalde de Hermigua sabe de que va la cosa?. No vale con pasar la mano por encima y sonreír forzadamente  a todo el que te encuentras a tú paso. Ese es Pedro Negrín; no moja pero empapa. Lo mejor es que ya lo tenemos calado.

El Alcalde, Pedro Negrín, se cree una mezcla de Rudolph Giuliani y Casimiro Curbelo; de ambos copia el populismo y del segundo algunas de sus políticas más desafortunadas. Está bueno Curbelo, para descubrir ahora la composición de sus recetas mágicas. Igual que el presidente del Cabildo, Pedro Negrín, castiga a los que ya no le ríen las gracias, a los que opinan diferente, a los que creemos que otro modelo es posible, o a los que pensamos que la gente tiene derecho a vivir mejor sin depender de las ocurrencias de un iluminado. Debería tomar nota de su antecesora, Solveida Clemente, con la que mantuve diferencias notables como saben, especialmente durante su primer mandato, pero que fue la impulsora del cambio notable que sufrió el municipio durante su gobierno. A Negrín, le falta lo que le sobra a Clemente; capacidad de sacrificio, talento, compromiso, eficacia y una gestión sobresaliente.

Hermigua, sin llegar a los dos mil habitantes, se ha convertido los últimos meses en el lugar más ruidoso del planeta. No se entiende esta situación tan desagradable; coches que circulan de noche a una velocidad extrema por zona muy peligrosas, barrios estrechos y sin ningún margen de seguridad, o incluso por la nueva travesía donde algunos exhiben músculo, neumáticos y destreza. O ruidos muy molestos para los vecinos de la parte baja, con música sin control hasta altas horas de la madrugada. Nadie vigila, nadie protege a los vecinos.

Pedro Negrín, vendió otra cosa en la campaña electoral. Aseguró incluso que si era elegido Alcalde, antes de que acabara ese año( 2015), modificaría el PGOU para iniciar los trabajos de acondicionamiento de la playa de Santa Catalina, paseo peatonal, dique marítimo, zonas de recreo, etc. Algunas palas mecánicas, camiones de gran tonelaje y un grupo de personas contratadas por el Ayuntamiento para limpiar y adecentar las calles. Ese es el modelo de Negrín. No hay más. El balance es desolador.

El resto, fiestas, música, placas, homenajes. Pura propaganda que a nadie le interesa. Ese es el Alcalde de Hermigua, Pedro «como bien digo» Negrín, el que se esmera y pronuncia con determinación esa frase tan disparatada, «como bien digo». El problema no lo tiene el Alcalde, está jubilado y en el fondo presume y disfruta  del cargo. El verdadero drama lo tiene delante de sus ojos, Hermigua, que sostiene a un tipo sin cuajo, sin ideas y sin ambición al frente de esa institución.

Antonio Herrera Marichal, periodista