Francisco Pomares

Abierta la brecha en Granadilla, la cuestión no es si el Gobierno va a romperse o no, que va a ser que sí, sino cuándo va a ocurrir. ¿Decidirá la Ejecutiva Regional del PSOE salir ya del Gobierno en su inminente reunión extraordinaria? ¿Tragarán como tragó Coalición cuando el PSOE les levantó El Hierro y La Palma la pasada legislatura? ¿O mantendrán los socialistas la esquizofrenia de continuar en el Gobierno mientras inician las negociaciones para volar La Laguna y suma y sigue?

El desinterés del PSOE por encontrar una solución negociada al conflicto y la incapacidad del presidente Clavijo para parar a los suyos han colocado al Gobierno y a la región en una senda de inestabilidad sin precedentes: cuando aún estamos lejos de la mitad de la legislatura, la aventura de Granadilla revela la incapacidad de esta política de medio pelo que hoy parece la constante en toda España para ocuparse de verdad de los asuntos importantes para los ciudadanos y para el país.

Canarias, con un gobierno estable que había logrado la cuadratura del círculo de incorporar a los socialistas y mejorar las relaciones con Madrid, con unas cuentas saneadas y una política básicamente centrista y moderada, había logrado hasta ahora mantenerse al margen de esa senda que contagia hoy las relaciones entre partidos en toda la geografía nacional, y que ha convertido a las instituciones en rehenes del inmundo «Juego de Tronos» en el que hoy parecen empeñados todos, los de la vieja política y los de la nueva. El «quítate tú pa’ ponerme yo» es hoy el motor de una clase gobernante que sólo piensa en términos de poder y en equilibrios partidarios, y a la que le pagamos un sueldo no por ocuparse de la gestión de lo público, sino para entretenerse y medrar en operaciones de baratillo que los medios vendemos a los ciudadanos como si de un culebrón mejicano se tratara. Me avergüenza que cuarenta años de democracia nos hayan llevado a esta situación.

Me avergüenza que el PSOE justifique la ruptura del Gobierno por el incumplimiento del pacto en un Ayuntamiento menor, del que su alcalde y varios concejales tenían que salir en unos meses. Creo que los ciudadanos de Canarias ni se merecen ni entenderán nunca que el Gobierno se rompa por eso y no por asuntos de verdadera enjundia. Pero también entiendo que a veces no es humanamente posible dejar de responder a los ataques. Al final, da igual cómo resuelvan los socialistas esta afrenta o cómo nos complique la vida Coalición con nuevas e inútiles gestiones para formar Gobierno, con más parálisis, más retrasos presupuestarios, y una constante bronca parlamentaria entre un frente de derechas y uno de izquierdas, que ahora arbitrará Casimiro Curbelo, con su lista de peticiones bajo el brazo. En fin, a este Gobierno le habrá de seguir otro: ahora o más adelante. Lo único que deseo, aunque no lo espero, es que los que vengan y quienes se van no recurran a dinamitar una tras otra las instituciones de Canarias para dejar constancia pública de quién la tiene más larga. Nunca pensé que escribiría esto, pero cada día que pasa comprendo más a quienes se desentienden de esta monumental inanidad, de esta pérdida de tiempo y de este despilfarro de recursos en que se ha convertido el ejercicio de la política.