Laura Docampo .- En 1978,cuando tenía 29 años,Rigoberto González Tejera dejó la monotonía de su puesto de conserje en el Cabildo para convertirse en el chófer del presidente. Empezó al volante de un Mercedes,que asegura que era «un lujo»,en el que viajaba Rafael Clavijo. Un año después llegó la democracia y José Miguel Galván Bello fue su pasajero. Los nuevos tiempos renovaron más tarde el coche oficial por un Lancia y al presidente por el socialista José Segura. El nacionalista Adán Martín fue su sucesor al frente de la Corporación y a Rigoberto le tocó conducir un Renault Baccara. Doce años más tarde llegaron Ricardo Melchior y un Renault Safrane,que un tiempo después quedó inservible al inundarse el garaje por una tormenta. El relevo fue un Audi,que también se inundó víctima de las riadas del 31 de marzo de 2002. A este lo pudieron salvar,»aunque siempre se le avería algo» y ya tiene nada menos que 400.000 kilómetros. Unos cuantos de esos kilómetros los ha hecho Rigoberto llevando a Carlos Alonso en el último año y medio. El pasado viernes cumplió 65 años haciendo su último viaje. Llegó la hora de jubilarse.
Sobre esas cuatro ruedas,este vecino de La Cuesta natural del municipio sureño de Fasnia fue testigo de acuerdos,discusiones,bromas y de muchas conversaciones confidenciales que lo convertían en uno de los hombres mejor informados de la Isla. «Pocas primicias tenían los periódicos para mí. Yo siempre sabía antes las noticias que publicaban»,asevera. Además de llevar a seis presidentes del Cabildo,durante estos años fueron muchos los consejeros insulares que viajaron en su coche y las autoridades que llegaban a la Isla como invitados de la institución. Al hacer memoria recuerda de forma especial a Ramón Escobar Salom,que fue fiscal general de la República de Venezuela entre 1989 y 1994.
Para no meterse en problemas,comenta que siempre siguió al pie de la letra dos reglas de oro: tener la máxima discreción con todo lo que escuchaba mientras recorría las carreteras de la Isla y al mismo tiempo «no comerle el coco a nadie». «Nunca me metí en ninguna conversación ni molesté a nadie cuando hablaba por teléfono. Con mis jefes hablaba lo justo»,subraya.
Entre los políticos con los que más tiempo compartió está José Segura,presidente entre 1983 y 1987. Lo recuerda como «un hombre muy preparado y hablador» que,si bien el humor no era su fuerte,»tenía buenos golpes». Desde 1987 hasta 1999 trabajó con Adán Martín. Con él siempre tuvo que ir contrarreloj de un lugar a otro intentando descontar minutos a su sabida impuntualidad. Lo describe como alguien «muy serio»,que ocupaba el asiento trasero sumergido en todo momento en sus asuntos y que rara vez se permitía evadirse con una charla distendida. Después de los 12 años de Adán Martín pasó 14 con Ricardo Melchior. «Él era muy campechano y se hacía querer mucho por todo el equipo. Además,era muy puntual,más que nadie»,destaca.
Además de las secretarias,era uno de los pocos funcionarios a los que se le daba copia de la agenda del presidente del Cabildo. Hasta mediados de los años 80 tenía horario fijo y se repartía el trabajo con un compañero. Pero cuando este se jubiló,durante la Presidencia de José Segura,se quedó solo y tuvo que empezar a organizarse buscando tiempos muertos para descansar y poder cubrir maratonianas jornadas de trabajo que empezaban a las siete de la mañana y terminaban «muy tarde»,después de alguna cena o reunión noctámbula de sus jefes.
«El 90% de los días me levantaba a las 5:45. Me bañaba,desayunaba y me iba a buscar el coche al Cabildo. Entre las 7:00 y la 7:15 estaba en La Laguna,en la puerta de la casa del presidente. Tanto Segura como Melchior viven en La Laguna y eran muy madrugadores»,afirma. Una vez que los dejaba en su despacho,comenzaba su horario «flexible»,adaptado siempre a la agenda presidencial. «Muchas veces me iba a mi casa a comer y descansaba un rato. Otras no podía pero nunca he tenido mala cara por tener que esperar a alguien. Estaba mentalizado de que en eso consistía mi trabajo y aunque me levantara con sueño siempre estaba alegre. Era consciente de que tenía mucho que agradecer al Cabildo».
El día más agotador que tuvo entre los miles que pasó conduciendo fue en julio de 1989. Se acostó a las cinco de la madrugada,después de ir al aeropuerto Reina Sofía a recoger al expresidente del CD Tenerife,Javier Pérez,que venía de Sevilla donde el equipo había logrado el ascenso a Primera División. «Fue un día muy largo y muy feliz»,admite.
Al hablar de su último jefe,Carlos Alonso,se deshace en elogios. «Tuvieron mucha puntería con el relevo. Es un hombre con temple,que nunca se pone nervioso,y está muy preparado. Parece una enciclopedia,sabe de todo. Y es una gran persona»,asegura.
Orgulloso de que nunca lo haya parado la Guardia Civil para hacerle un control de alcoholemia,ni en el coche oficial ni en el suyo,Rigoberto es desde hoy un jubilado que aprovechará el tiempo libre para hacer deporte y colaborar con distintas ONG.