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Rosberg agarra el timón

CARLOS GUISASOLA.- Nuevo decorado,nuevos colores,nuevas sensaciones,pero un himno de clausura idéntico al habitual como banda sonora al primer episodio en Melbourne. Los acordes de la sinfonía alemana bajo la batuta de un Nico Rosberg arrollador. El piloto germano fotocopió el clásico repertorio de su compatriota Sebastian Vettel,obligado a abandonar en la quinta vuelta por problemas con el motor,en un furibundo arranque de año. Al otro Mercedes,el de Lewis Hamilton,que parecía destinado a ser el primer rey del año,le ocurrió lo mismo que al desconsolado 'Seb'. Todo se lo quedó Rosberg. Con su clásica elegancia y delicado pilotaje perdió de vista a sus rivales en la primera curva. Nada quiso saber de las luchas de Daniel Ricciardo -2º-,que atenuó el drama que vive Red Bull en este estreno,y del novato Magnussen -3º-,al que comenzarán a mirar de reojo tras este genial primer aviso. Fernando Alonso,quinto,sobrevivió,cumpliendo cada línea de su guión. Aunque las sensaciones con el Ferrari le dejaron un poso extraño en el paladar,con el que tendrá que convivir,al menos,hasta Malasia. [Narración y clasificaciones]
Una tarde diferente en Australia,ese clásico asfalto de oportunidades,siempre abierto a las sorpresas. Mucho más esta temporada metamórfica donde los bólidos apenas rugen y algunos de los viejos,y no tan viejos,generales,se ven superados por la mecánica y la electrónica. Con una primera salida abortada y alguno anclado en la parrilla. Entre ese caos terminó sumergido Sebastian Vettel,cuando el semáforo de Albert Park apenas había guiñado el ojo. Fueron cinco vueltas de travesía sin rumbo que dio con los huesos de la pobre 'Suzie' -el nombre elegido para su monoplaza,en el garaje de Red Bull. «El motor no tenía potencia»,lamentaba vestido prematuramente de corto,con esa singular sensación a la que no está acostumbrado. «Estoy aquí para correr,no para hablar,pero no podemos hacer nada»,concluía,antes de ponerse delante del televisor y apretar los dientes de rabia desde la distancia,en el 'hospitality' del equipo,para ver el resto de la carrera.
Para entonces,ya había quedado fuera de combate Lewis Hamilton,el favorito de las casas de apuestas para levantar su segunda corona,y que parecía pieza segura del podio australiano. Fue el motor de su Mercedes,ese preciado tesoro,el que se interpuso en su camino y le obligó a presenciar desde el sofá la exhibición de su compañero Nico Rosberg,al que nadie logró discutirle la cuarta victoria de su cuenta personal. Catapultado a la cabeza en la primera curva y coronado rey provisional del campeonato. Ni una sola amenaza. Ni un mínimo instante de duda. Disfrazado con las arrolladoras maneras exhibidas tantas veces por sus compatriotas Vettel y Schumacher. Palabra de alemán,con el estilo exquisito y educado de Nico. El rey Nico.
No fue el único héroe en Melbourne. Ni siquiera el protagonista principal,a los ojos de los aficionados locales. Ese honor se lo ganó Daniel Ricciardo,convertido por sorpresa en el primer espada de Red Bull. Su primer podio en su estreno como domador del bravo toro energético,mientras el bólido del 'jefe de filas' yacía sin respiración en el box del equipo. «Va por tí,Mark»,pensó para sus adentros,mientras Webber,posiblemente,celebraba el genial logro de su relevo.
También se lo trabajó su genial interpretación el novato Kevin Magnussen,que agigantó en su primer intento el tamaño de un apellido que hace un par de décadas lucía su padre por la Fórmula 1. Otro producto de la factoría McLaren,como en 2007 lo fue Lewis Hamilton. Ambos,en su primera carrera,alcanzaron el podio (3º) en Australia. Ni un error en su primera prueba con los 'grandes'. Templanza de veterano y corazón de 'rookie' para este joven de 21 años que no tuvo piedad de su socio Jenson Button,cuarto. Consciente de que el futuro está en esas manos portentosas que vienen de familia.
La extraña sensación de Alonso
Entre duelos y fiascos,ajeno a todo,Fernando Alonso. Cobijado en una inamovible quinta posición,que agarró en la clasificación del sábado y no soltó hasta que la bandera a cuadros le dio permiso. Un tesoro 'agridulce' que fue depreciándose a cada vuelta. Y eso que el primer objetivo del asturiano,antes de la carrera,era únicamente la supervivencia.
Pero fueron las sensaciones al volante,tras unas 'caóticas' primeras 15 vueltas,las que lo cambiaron todo. Giros de riña constante con el corazón y la electrónica de su bólido,tirando de ese clásico instinto de resistencia que siempre le ha acompañado. En ese primer tramo vio desmoronarse los castillos de Lewis Hamilton y confirmarse los malos augurios de Sebastian Vettel. Y con los dos rivales fuera de combate,era el momento de buscar el mayor premio posible. Sin embargo,el bicampeón se topó con la realidad: el F14T no estaba para nadie.
«Nos hubiese gustado hacer algo más,estar más cerca del podio,pero era imposible. Los motores Mercedes están en otra categoría y en el tú a tú es muy difícil»,relataba con la mirada perdida,pensando en que aquel adelantamiento en boxes al Force India de Hulkenberg había sido su mayor logro de la tarde. Entre la satisfacción de los deberes cumplidos y la amargura de ver en el podio a dos chicos nuevos. De volver a experimentar una sensación ya familiar. La de tener que recuperar terreno desde el primer día. Como tantas otras veces.

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