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Felipe jura como nuevo rey de los belgas: ‘Mantendré la integridad del territorio’

Javier G. GallegoEl nuevo rey de los belgas,Felipe,ha jurado su nuevo cargo ante los representantes políticos de la nación en una ceremonia oficiada en el Congreso de los Diputados y donde también ha participado el ya ex jefe de Estado,Alberto II,que sin embargo seguirá ostentando el título de rey.
«Juro respetar la constitución y las leyes del pueblo belga,mantener la independencia nacional y la integridad del territorio»,han sido las primera palabras de Felipe como rey de los belgas y a las que les ha seguido un sonoro y continuado aplauso de los presentes.
Alternando el discurso en flamenco,francés y alemán,Felipe se ha acordado en primer lugar de su padre,de quien ha destacado su «confianza,cercanía y calor» mostrado hacia la sociedad belga al tiempo que ha ejercido «con responsabilidad» su tarea como jefe de Estado. También ha alabado el compromiso de su madre,la reina Paola,»dedicada a ámbitos esenciales como la educación y la cultura»,y a su mujer,Matilde: «Tengo la suerte de poder contar con el apoyo permanente de mi esposa. Querida Matilde,desde hace muchos años te implicaste de corazón en muchas actividades»,le ha dicho ante un rostro visiblemente emocionado de su mujer.
Felipe ha destacado la idiosincrasia y las particularidades de la nación belga y ha asegurado que su tarea será «conciliar las distintas aspiraciones» y trabajará «en máxima armonía con el Gobierno y máximo respeto a la Constitución».
A diferencia de su padre,Felipe no goza de la popularidad deseada y también se ha referido a ello de forma indirecta al asegurar que quiere «intensificar el diálogo con los ciudadanos»,con quienes ya ha «establecido vínculos» en los últimos años. Esa falta de afecto también se ha dejado notar en la calle,con una escasa presencia de ciudadanos a pesar de que el sol y la temperatura han acompañado durante toda la mañana. Los actos de celebración también han destacado por su austeridad,con un coste estimado para toda la ceremonia de sólo 600.000 euros,muy por debajo de los 11 millones de euros que costó la abdicación de la reina Beatriz de los Países Bajos.
Tras un sonoro 'Viva Bélgica' que han repetido todos los asistentes al acto,el auditorio se ha puesto en pie para escuchar el himno nacional. Antes del juramento,Alberto II ha firmado su abdicación en el Palacio Real donde ha pedido mantener la unidad dentro de la diversidad del pueblo belga.
Un reinado diferente
Felipe estrenará reinado -el séptimo desde que Bélgica se independizó en 1830- y podría decirse que también monarquía. Porque la que él encabezará será diferente a la que ha liderado su padre durante los últimos 20 años. Los principales partidos del país preparan una reforma institucional que reducirá aún más el papel del jefe de Estado,reduciéndolo a un mero rol de representación. En un país donde la monarquía ha sido uno de los pocos nexos de unión entre Flandes y Valonia,esta reforma que está siendo discutida dice mucho de la dirección hacia donde avanza el país.
Por eso,consciente de que su abdicación añade otro factor de inestabilidad a la siempre difícil vida política de Bélgica,Alberto II pidió ayer en su último discurso como rey de los belgas que el país «mantenga su cohesión» y se aleje de los pulsos soberanistas que ponen en peligro el actual Estado federal.
El papel desempeñado por el monarca durante 2011 para acabar con la grave crisis institucional que mantuvo al país sin Gobierno durante más de 500 días ha sido reconocido por todos los analistas y fuerzas políticas belgas como uno de los grandes hitos de su reinado.
Y,por ello,la abdicación en su hijo Felipe se interpreta como un nuevo foco de incertidumbre en el entramado institucional belga,sobre todo por las dudas que genera el nuevo rey,carente del apoyo político y social del que ha gozado su padre,y por la creciente aversión hacia la monarquía que existe en algunas partes del país,especialmente en la región de Flandes. «Estoy convencido de que el mantenimiento de la cohesión de nuestro Estado federal es vital,no solamente para la calidad de nuestra vida juntos,que necesita el diálogo,sino también para la preservación del bienestar de todos»,señaló Alberto II.
Felipe se estrena como uno de los monarcas más discutidos en la historia de Bélgica por su propia población. Las encuestas más recientes hablan de una escasa aceptación y más de un 40% de los belgas cree que no está preparado para reinar. Y eso supone un problema de credibilidad para el monarca a un año de que se celebren las elecciones del país. Visto lo que ocurrió tras los últimos comicios,puede esperarse un periodo de inestabilidad política que requiera de un gran talante negociador por parte de Felipe,y muchos cronistas reales y analistas políticos del país aún no le conceden esa cualidad.
Su esposa Matilde se ha erigido como el principal baluarte de la Casa Real y ahí sí puede descubrirse una analogía con Holanda,donde Máxima ha ayudado a que Guillermo Alejandro reciba el respaldo popular.
Aún así esta pareja,que tiene cuatro hijos,también se ha visto envuelta en diversas polémicas que han golpeado a la institución en los últimos años. La última apareció con la publicación de un libro,'Cuestiones Reales',en el que se aseguraba que Felipe es en realidad gay y que ha mantenido un 'affaire' con un duque del país. Este escándalo se suma al que afecta al propio Alberto II,a quien la artista Delphine Boël reclama una prueba de ADN para demostrar que es su hija ilegítima,y a la reina Fabiola,acusada de haber creado una fundación para evitar pagar impuesto. Precisamente uno de los grandes alicientes de los actos convocados para hoy será la reaparición de la reina Fabiola,cuyo estado de salud es muy delicado.
En un país donde no hay tradición por abdicar,la decisión del monarca abre un escenario institucional donde cohabitarán dos reyes (Alberto II mantiene el título) y tres reinas (Fabiola,Paola y,a partir de hoy,Matilde). Otra curiosidad es que el nuevo monarca podrá firmar las leyes con dos nombres -su versión francesa,'Philippe',y la flamenca 'Filip'- para no herir las susceptibilidades de un país con cada vez menos lazos de unión entre el norte y el sur.

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