Desde el pasado día 5 de agosto en que tuviera noticia de que nuestra querida isla de La Gomera estaba ardiendo,una mezcla de pena,desazón,impotencia e indignación me invade. El único alivio es saber que,pese a las muchas horas transcurridas desde que se iniciara el fuego,y pese a la virulencia de éste,no ha habido víctimas mortales ni heridos de especial consideración. Eso,por lo que se refiere a heridas físicas,pues son muchos los testimonios recogidos por los medios de comunicación –magnífico trabajo el suyo- que nos hablan del inmenso dolor,de la profunda tristeza de aquellos gomeros y gomeras –especialmente ancianos- que han perdido su vivienda,sus animalitos o sus enseres,adquiridos después de muchos años de honrado trabajo en su amada isla o en Venezuela. Para todos ellos,mi cariño y el de toda mi familia,que incluye tres hijos gomeros.
No me considero un especialista en materia de incendios ni un profundo conocedor de la inmensa riqueza del ecosistema gomero,pero sí un observador de la realidad en que vivo,y una persona que busca estar informada para expresarse con objetividad. En este sentido,en varias ocasiones envié a los medios digitales de la isla comentarios sobre la necesidad de contar en La Gomera con un consorcio de bomberos que garantizara una intervención rápida y efectiva en los primeros momentos de un posible incendio,y advertía de lo que puede suponer un incendio en un edificio de tres o más pisos en cualquier pueblo de nuestra isla. Por parte del equipo de gobierno del Cabildo Insular,se insistía una y otra vez en que la prioridad era disponer de un helicóptero con base permanente en la isla para proteger mejor el Parque. Ni una ni otra medida se habían adoptado cuando las llamas surgieron el pasado 4 de agosto.
Lo ocurrido en los primeros días de incendio fue recogido en su momento por la Asociación Ecologista Tagaragunche,en una nota de prensa cuyo contenido suscribo totalmente,y en la que mostraba su malestar por haber sido sistemáticamente desoída en sus propuestas para preservar la inmensa riqueza medioambiental gomera,e insistía en no bajar la guardia ante lo que aquel día se presentaba –engañosamente- como una evolución favorable del fuego. Por desgracia,tampoco los técnicos hicieron caso en aquel momento a los ecologistas,y se rebajó el nivel,con las lamentables consecuencias que todos conocemos.
Ahora la prioridad es seguir preservando la vida y los bienes de los habitantes de La Gomera,como lo están haciendo cientos y cientos de efectivos con una dedicación que merece el reconocimiento de toda la sociedad. Después será el momento de exigir responsabilidades,y de que cada uno asuma la suya con todas sus consecuencias. También habrá que compensar en la medida de lo posible las importantes pérdidas de muchos habitantes de la isla,y pedir que las administraciones se coordinen y unan esfuerzos para dotar a la isla de unos medios adecuados contra el fuego.
La agradecida naturaleza de nuestra isla hará que dentro de unos años el paisaje vuelva a ser muy parecido a aquel que teníamos antes del incendio,y que a tanto visitante enamoraba. Ojalá todos los que hoy lloramos al verla quemada podamos volver a contemplarla en todo su esplendor.