Es evidente que,tal y como ha asegurado algún comentarista,el coronel libio Gadafi padece el síndrome de Nerón,el César que no dudó en incendiar Roma porque sintió que su pueblo no le merecía. Sólo así se explica la feroz represión decretada por este gobernante,que ha descalificado e insultado a la población,bombardeado a los manifestantes y ofrecido recompensas a aquellos que delaten a sus compatriotas.
Los libios,pese a todo,se muestran decididos a conseguir lo que ya se logró en Túnez y en Egipto,o lo que persiguen en otros lugares como Yemen o Barheim,donde también se aboga por sistemas políticos más abiertos y en los que se tenga en cuenta la voluntad popular,a la que en referencia a estos sucesos han apelado en la UE,Estados Unidos o la ONU.
Y es que,pese a todos los defectos que pudiera tener o las mejoras que pudieran ser posibles,no hay hoy mejor doctrina política y sistema para gobernar un país que la democracia,de la que afortunadamente disfrutamos los gomeros,los canarios y todos los españoles,aunque no hace demasiado tiempo también aquí estuvo amenazada.
Precisamente estos días conmemoramos el éxito frente al último intento de golpe de estado que se produjo en nuestro país y del que sólo han pasado 30 años,pues fue en febrero de 1981 cuando el teniente coronel Antonio Tejero y 200 guardias civiles irrumpieron en el Congreso de los Diputados y durante 18 horas mantuvieron secuestrados a los legisladores,el gobierno y los opositores,poniendo a toda la población en vilo.
Muchos fueron los republicanos que aquel 23 de febrero tomaron aprecio al rey pues,todos los españoles coinciden en que fue vital el papel que en aquel ataque a la democracia jugó don Juan Carlos cuando,vestido de capitán general del Ejercito,aseguró que La Corona no puede tolerar acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso que determina la Constitución.
Tan sólo los muy jóvenes no tienen recuerdos de aquella conspiración militar para acabar con el gobierno del pueblo,que todavía provoca escalofríos en la mayoría de los ciudadanos cuando se paran a pensar que se podrían haber truncado las libertades y haber vuelto a un régimen totalitario como el que durante 40 años,y hasta hacía no demasiado tiempo,había estado instaurado en España.
Debemos sentirnos satisfechos,por tanto,de que aquel terrible episodio de nuestra historia reciente tuviera un final feliz y,en consecuencia,se pudiera avanzar en la consolidación de un sistema como el que hoy reclaman en territorios menos afortunados. Y debemos ser conscientes,además,de que no se trata de una realidad gratuita,en la que ya todo está hecho.
Más bien tenemos que pensar lo contrario,es decir,ser conscientes de que la democracia,y la libertad que implica,es un tesoro que también en España costó muchas vidas,no ya en aquel último golpe de estado,pero sí en la guerra civil que precedió a la implantación del régimen franquista al que algunos quisieron volver y durante las cuatro décadas que éste estuvo vigente.
La democracia se construye día a día y requiere participación en todos aquellos procesos sociales en los que sea posible,ya que,aunque es verdad que renunciar a hacerlo también es uno de los derechos que garantiza esta forma de gobierno,no es menos cierto que dejar de tomar parte es el caldo más propicio para cocinar una dictadura.
Hagamos uso,por tanto,de todos los ingredientes que tenemos a nuestro alcance para asegurar la supervivencia y la salud de nuestra democracia,entre los que los comicios son,sin duda,el más destacado. Aprovechemos entonces la cita con las urnas que tenemos el próximo mes de mayo,y en la que todos los españoles debemos ir a votar para elegir a los gobernantes de ayuntamientos,cabildos y comunidades autónomas.