Un manifestante sentado frente a la Policía durante la protesta estudiantil en Caracas contra Maduro. EFE

«Estamos empezando, hay que tener mucha paciencia, espíritu de negociación». El mediador José Luis Rodríguez Zapatero apostó por la paciencia en las horas previas a la sesión plenaria de las mesas del diálogo venezolano, precisamente una palabra y un concepto tan escasos como los alimentos y las medicinas en la Venezuela revolucionaria.

Diez días de una tregua frágil que estuvieron marcados por la liberación de seis presos políticos (quedan 109 en las cárceles venezolanas), la suspensión de la marcha al Palacio de Miraflores, la paralización del juicio político contra Nicolás Maduro y el tira y afloja entre los dos bandos por la salida electoral. La Unidad Democrática exige volver a la senda del revocatorio o el adelanto de las elecciones para el primer trimestre del año que viene y el chavismo apuesta porque el ‘hijo de Chávez’ acabe su mandato en 2019.

«La tregua que nosotros acordamos, a pedido del Vaticano, se acaba este viernes. Aquí lo que viene es lucha», adelantó Jesús Torrealba, secretario ejecutivo de la Unidad. Durante los 10 días transcurridos desde el primer encuentro en Caracas, la oposición cumplió las peticiones del diplomático de la Santa Sede, pero Nicolás Maduro continuó con sus ataques, insultos y amenazas contra la oposición.

«Los venezolanos no tenemos mucho tiempo, aquí lo que viene es cambio», destacó el gobernador Henrique Capriles, quien ha dejado claro al chavismo que hoy se cumple el ultimátum dado por la oposición. «Estamos al límite, porque la situación económica es una bomba que puede explotar», añadió el ex candidato presidencial. Venezuela sufre una pavorosa crisis económica, social y política, casi una tormenta perfecta que suma a la mayor inflación del planeta (entre 450% y 750% según distintas previsiones), la caída de entre 10% y 11% del Producto Interior Bruto y con la pobreza extrema aumentando día a día, según las últimas investigaciones de universidades locales.

Entre el fuego de ambas trincheras se ha quedado precisamente Zapatero, a quien la oposición le culpa de transmitirles que el gobierno estaba dispuesto a adelantar las elecciones presidenciales a cambio de que también se disolviera el Parlamento. Algo que portavoces revolucionarios han desmentido, insistiendo que no es posible porque la Constitución no lo permite.

Tan complicado asoma hoy el diálogo que, en sus declaraciones a Telesur, Zapatero se enredó en un galimatías («el diálogo no es sólo un camino para lograr acuerdos, sino que es un fin es sí mismo»), que nada ha aclarado sino todo lo contrario. «Si no hay resultados no tiene ningún sentido dialogar», insistió Henry Ramos Allup, presidente de la Asamblea.

La mayoría de la oposición ha hecho suyo el ultimátum para hoy, que pasa por la liberación de una «cantidad importante de presos»; la designación de dos de los cinco rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE), cuyo mandato vence a principios de diciembre; la apertura de un canal humanitario para luchar contra la escasez de medicinas; la restitución del derecho a votar y la incorporación plena de los tres diputados de Amazonas.

En la mesa electoral, presidida por el ex presidente panameño Martín Torrijos, se ha discutido que se repitan las elecciones en Amazonas a principios de 2017, lo que ayudaría también a que el Tribunal Supremo retirase la sentencia por desacato contra la Asamblea.

Precisamente el enviado papal, Claudio María Celli, recibió ayer a las mujeres de presos políticos, encabezadas por Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López.